sábado, 30 de noviembre de 2019

Mis amigos (y II)

Cerebritos


Ximelez: El jugador más increíble que haya visto nunca, todo un macho cabrío. Sus pases eran milagros divinos. Nos invitaba a los toros y a la paella de su tía Robustiana. La sidra hacía que su velocidad fuese bestial. Y encima el muy cabrón marcaba a veces.

Minanda: Los rumores dicen que su CI es de 230. Una vez casi juega en Portugal con Cristiano Ronaldo. Se dice que ganó varias competiciones de ajedrez con un pseudónimo, y que podía controlar los movimientos de los rivales con unos segundos de antelación. Era el mejor con la pelota. La tenía como amiga y amante. Si os contase lo que hacía en el vestuario con la pelota...

Espimas: Un valeroso mosquetero, el acompañante de Ximelez en la otra banda. Tiraba como un animal, a pesar de comentarios en el vestuario sobre su hombría. Sus regates dejaban el culo torcido a los rivales, y alguna que otra vez, literalmente.

Dodo: Nunca un nombre fue tan verdadero. Dodo tiene el récord en el equipo de veces que ha estado en el hospital y en urgencias, aunque no relacionado con el fútbol. En el campo, era una muralla de lo difícil que era sacarle de ahí. Nunca ganó una carrera.

Fouque: Tenía cosas nazis en el vestuario y decía «Sieg Heil» cada vez que podía. Cuando chutaba, se oía un  «Blitzkrieg!». ¡¡Sabía regatear y disparar, inaudito!! Pero su facherío le caía mal al entrenador. Disciplinado, era el que más entrenaba de todos nosotros.

El trío dinámico consistido por Fouque, Macco y Valeny. Imagen de archivo.

Ofendedores


Burchet: En su tiempo libre gusta de cortar carne. Es nuestro demonio de Tasmania, pero ahí se acaba todo. ¿Qué es la pelota para él? Una pregunta de hondo calado filosófico sin respuesta, desdichadamente. Burchet es tan veloz que Macco una vez sólo vió un borrón... claro que estaba borracho.

Huylens: Proyecto fallido de la cantera del Ajax, ahijado de Castolo. Mi socio en el campo. Con qué contundencia controlaba la pelota y con qué donaire fallaba, aunque una vez, escuché, marcó de tacón. Todos en su pueblo lo saben. Tendríais que haberle visto correr y mirar al meta para tirarle por debajo Y FUERA.

Barota: Lo más parecido a un delantero que hemos tenido en el equipo. Era prestarle una pelota y todo lo que sabía éste era que había que moverlo para delante. A veces marcaba gol e inconscientemente enloquecíamos, abrazándole. De pequeño le llamaban Baroja.

Njorgo: Delantero sacado de las sagas islandesas, puro vikingo y cuerpo de uno. Su ataque es tan potente que puede saquear aldeas galas.

Castolo: Yo. ¿Necesitáis más palabras? DIOS.

Gutiérrez: Mi sucesor. ¡Víbora! Un joven imbécil que piensa que juega al tenis.

Y, finalmente, sobre todo a ti, nuestro míster, JUGADOR. Queríamos bromear contigo. Si triunfamos, si perdemos, si llegamos lejos... todo es gracias a tu habilidad.

Secreto:


Kastolo: Mi alter ego. Lamentablemente conoce en qué portería tirar y cómo embocarla. Algunos dicen que muy bueno, yo digo que no lo vale. También dicen las malas lenguas que su picha es pequeña. Jugó principalmente en Burrolandia.

viernes, 7 de junio de 2019

Mis amigos (I)

Hoy Castolo nos cuenta algo sobre sus compañeros de fatigas cuando se volvió virtual. Venga, Castolín.

Perfil defensivo:

Ivarov: Un ruso majo. De él se exageraba todo, tanto para lo bueno como para lo malo. Le afectó mentalmente, pero aguantó muchos años al pie del cañón. Nos invitaba a vodka de tanto en tanto y nos contaba sus chistes.

Zamenhof: Era pasota y serio, extraña mezcla. Nada memorable, salvo que parecía babear cual retrasado. ¿Sabía acaso qué era una brizna de hierba?

Valeny: El otaku del grupo. Sorprendente, ¿eh? Os diría que le encantaba todo lo kawai y lo moe. Je, si en broma le llamábamos el pedófilo. Cómo se emocionaba con las aventuras de K-On!, ¡todo un señor de ébano de 1,8 metros con los abdominales marcados! Hasta se disfrazó en el salón del manga algún año. Pero ídolo. Era el puto capitán para nosotros. El que nos defendía a todos hasta la muerte, cual Roy Keane.

Libermann: Cuando le conozcas, olvídate de jugar por alto: teme sus 1,9 metros. Así fue durante años. Incluso los centros del mejor Beckham morían en su cabeza. Y en el área contraria, convenía temer: podía anotar. Era serio y de pocas palabras, pero nunca nos trató mal. Nos consideraba a todos iguales.

Vornander: Sin palabras. Eras el mejor defensor, tan sólo la cagabas como cinco veces por partido, pero nunca te querían. Nunca. Siempre confundían tu semblante serio con antipatía y no tuviste suerte en la vida, incluso comiéndote tres divorcios y dos hijas que jamás verías. Todxs sabemos que en un mundo alternativo serías el líder defensivo del Chelsea. Nos querías de verdad. Gracias.

Dulic: ¿Por qué nunca hablaste? En serio. Nunca jamás ninguno de nosotros le oyó palabra alguna. Se limitaba a mirar y a gesticular. Pero era suficiente. Era el mejor jugando en equipo. Eso sí, ¡suéltate, coño! Que queremos oír tus clichés historias de la guerra yugoslava. Queremos oír cómo te escondías bajo las bombas.

Ceciu: El taciturno del grupo. Nunca le conocimos demasiado, pero no hacía mal su trabajo. Hasta demostraba tener creatividad en la defensa cuando salía, dándonos salida del balón.

Stremer: Le encantaba presumir de hacer más de 500 flexiones en el vestuario. Ya lo sabemos, gilipollas, y estás todo fuerte, ¿pero qué coño haces en tu vida? Porque jamás te vimos quitarte el balón. ¡No podías ni con Burchet en los entrenamientos!

 Nachtegall, digamos, Nachdecal en acción. La imagen es una dramatización.

Celnili: Siempre nos hablaste en un extraño dialecto, pero tenías más años que un bosque y tus historias nos encantaban, como cuando nos decías que en el Cretácico le metiste un cangrejo a una niña y te reíste mientras lloraba. Ensayabas una y otra vez el tiro definitivo. Todos lo intuíamos. Era una ráfaga brutal de viento. Pero nunca te sacaron. Nunca. Tu sueño se frustró.

Edinson: El bromista del grupo. Es un escocés, pero cuando le veas saltarán todos los clichés. Nos contaba chistes malos o nos gastaba bromas, invariablemente. Su juego era una mezcla de Míchel Salgado, Cafú y Junior. Sorprendía llegando desde muy lejos: perdiendo el balón en la línea de fondo, tirando a la defensa o centrar al quinto anfiteatro. De vez en cuando, nos sorprendía todavía más: recuerdo aquel día contra el Guingamp francés. Edinson miraba desde muy lejos. Decidió golpear con el exterior y con potencia. El balón adquirió una buena rosca y giró sobre sí mismo. Entró en toda la escuadra, ante un meta sorprendido.

Nachdecal: Con unas cualidades que no poseía, pero con una generosidad ilimitada, ofrecía tremendos pases al contrario o, más esporádicamente, a los nuestros. Su folha seca era magistral pero jamás la probaba en donde debía, en la portería, ¡¡no en la grada!!

Macco: Cuando no tocaba el whisky, tocaba la cerveza. ¿Sobriedad? ¡Ja! En el campo lo cortaba absolutamente todo. Incluso las piernas del referí. Su relación de amor con las rojas es indiscutible. Nuestro Keane. Nuestro puto amo, ¡coño, si llegaba muchas veces bebido al campo!

Harty: Jamás jugó. ¡Jamás! Creo que era nuestro friegasuelos, pero me ha extrañado verle como parte de la plantilla.

Bueno, mañana os cuento de los cerebritos y de los ofendedores.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Trucos del balompié con Castolo (I): Cómo ajustarla por encima del larguero

Estás en un rincón. Aunque lees, no parece que sea ordenadamente. Llegas en tu aventura a esa situación en donde estás frente a frente al meta. Recreas la escena en tu mente. Es una batalla de miradas. Hay que pensar rápidamente. Habitualmente, chutarías escogiendo la potencia justa y aprovechando la experiencia acumulada... pero éstos son dogmas del balompié que te han impuesto por sistema y que te los tragas.

Avalado por más de veinte años de experiencia futbolística, Castolo tiene el consejo perfecto para estas situaciones. Ha combatido con ferocidad dichos dogmas. ¿Qué haría Castolo? Mirar al suelo y conferir potencia al balón, con su golpeo heterodoxo. El balón sigue una línea recta y ascendente. Con elegancia, se va encima del larguero, ante el desconcierto del meta.

El público, contaminado por esos dogmas, tenderá a lamentarse. Probablemente tú también. Estás equivocado. Hay que celebrarlo. Has ejecutado una magnífica jugada avalada por Castolo.

Castolo: cómo complacer a los fans

¿No os lo creéis? Castolo tiene fans. Tiene que desgastar el rotulador. En aquella ocasión, entre una jauría de fans, sobresalió una mujer. ¡Y cómo! Descarada, le pidió firma en sus senos. Y sucedió:

Sucedió, ¡qué hermoso polvo nocturno!

jueves, 2 de agosto de 2012

Anécdotas de Castolo

Con estas líneas, empezamos la madre de todas las sagas porque Castolo no sólo ha sido mero futbolista, como tantos en su oficio. Esperad anécdotas inconexas. Ahí va la primera. ¿Sabes que Castolo es accionista de Vídeo Briquendo? Por otro lado, ¿sabías también que escribió una de las mejores novelas en lo que va del siglo, El Yo Mellado, un clásico instantáneo de la literatura universal, una nueva lectura de la tragedia del yo en la sociedad moderna?

En una reunión de accionistas de Vídeo Brinquedo, a la tenue luz de la bombilla y un salón mal decorado, Castolo se pronunció: "¿Y si hacemos una película del Yo Mellado?". Aunque el escepticismo afloró, fue impuesto por la idolatría. Es decir, consenso. Castolo se imaginaba a esos niños de las favelas de Río saltando ante la nueva peli. Emocionándose. Brincando por la casa.

Sorprendentemente, el Yo Mellado fue la mejor película de Vídeo Briquendo de la historia, llegando a ser un clásico del cine brasileño. Era una película inteligente y que no se hacía pedante en ningún momento. Consiguió enganchar a niños y adultos frente a una constante universal, la tragedia del ego. Un guión digno y que se sostenía en todo momento. Castolo lo volvió a hacer.